Primun movens

Ese libro está muerto —me dijo—

Nadie lo lee.

Lo abrí,
solo páginas vacías.
Pero al final,
una nota delgada:

"El primer movimiento es la palabra".

—¿Ve? —exclamó.

Me fui de aquella librería
pensando en aquel adagio:
"El que obedece no se equivoca".

¿Cómo podría el libro
resistirse a sí mismo,
si su única premisa
es la premisa en sí misma?

Un piano está vivo, aunque no lo toquen.
Una nota está velando
algún oído melómano,
aunque se encuentre guardada
en forma de trazo

El libro,
casi muerto, casi vivo,
ha soportado
la levedad de la existencia.

Siendo silencio,
siendo nido,
siendo nada,
es...

Y yo sé,
yo sé:

Es una paradoja ridícula
decir que el libro vive
aunque no lo lean.

Pero un paisaje
no solo es deleite:
va más allá del espectador.

Y la imagen es mundo,
y recorrerla
a pesar de su invisibilidad,
la hace aún más viva.

Regresé a la librería,
lo miré.

—El libro vive —exclamé.

Un susurro
asalta más que la palabra;
el silencio
suma más que la premisa.

Se abotonó la solapa de la camisa
y me contestó:

—¿Acaso le dije que no vivía?
Murió, pero sigue con vida.


Ya usted lo dijo:
a veces un muerto
pesa más que dos almas.

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