LARVATUS PRODEO
Diría Descartes que el poeta camina enmascarado:
Esto, en principio, es una idea llana e invisible, puesto que, solo el hombre entre el sueño y la vigilia renuncia a estar solo y redacta un testamento -testamento llamado poesía- donde resignifica el tiempo inmortalizando su existencia.
¡Escribiendo ataco los flancos mismos de la vida! Mi mayor consuelo para escribir es el tiempo y no hay carga más insoportable que esta: La paradoja de entender la eternidad desde el presente.
Tengo suerte, porque los médicos se enferman y las abuelas dejan de tejer... pero el poeta, ese de Descartes o de Góngora, está en constante peligro de derrumbarse y eso hace irrenunciable su tarea.
Y es que con la Luna tuve líos y con el sol también, la verdad, todas mis discusiones teológicas han sido con el reloj de arena, ese ser secreto e inefable que con justicia lacónica sanciona lo que se dijo y lo que jamás se dirá.
¡Ay tiempo!... Tiránico elemento del espacio; parte integral de la realidad geométrica del universo, renuncio a morir y escribo como quien percibe lo imposible, como quien no quiere morir, como quien busca herramientas psicodélicas y fragmentadas donde se bifurca mi existencia aterrada de la muerte y la continuidad no termina, allá, en la última frontera, donde el pasado y el futuro son igualmente reales, donde la física y el misticismo chocan en "pequeños" detalles filosóficos; donde la relación con la conciencia es fundamental; donde la música, el tiempo y la verdad están en niveles distintos... Allá me encuentro, en ese lugar irrenunciable me encuentro, donde mi reloj biológico es mi pulso y esta necia idea de no morir conmigo.
¡Ay destino, yo con esta forma de perro y tu con esas ganas de morderme la cola!
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