De mi parte.

¡Deja ya las nimiedades, las excusas y el terror! De nada sirve ya, mi dignidad mental esta por el piso.

¡Jamás te atrevas a tocarme con verborreas y decoro! Ya lo haz dicho todo con tus cejas despeinadas y tu labial desvanecido.

¡Ni se te ocurra intentarlo, no con sonrisas de lengua y jubilosos bailes infantiles! No me convencerás, no del otro lado donde me esperas con abrazos de control y manipulaciones efusivas.

¡Deja ya ese retrato, el reloj y la literatura! De saber que te haría daño el tiempo y la poesía, hubiese sido carpintero.

¡Olvida esa guadaña mujer, la idea del balcón y el concreto! Para inventar temores te he leído hasta la gracia, desvanecida y mal pintada por pincelazos toscos de la vida. Mi vida.

Duele ¿cierto? Acostarse con el pasado, besar el humo de lo incierto y abrazar con ira las memorias de fuego que han consumido la casa de recuerdos, donde quedas sin esquinas, sin cuadros y alfombras, sin las cobijas donde solías acostarte a media noche a pensar tu existencia exteriorizando tu voluntad mas intima en cada lagrima, que se quedo ahí, quita y tenue sobre las ganas.

¡No me traiciones mas! Traicióname con todos, menos conmigo. Traicióname contigo, pero sin mi.
¡Fanfarrón, tonto, prepotente y desdichado te lo digo! ¡No mas! ¿No notas los signos de exclamación en este escrito?

Yo me acuerdo ese día que juraste romper con todo, derramaste las culpas y los logros en el mismo discurso y no vacilabas en decirme que me odiabas: -¡Desdichado y testarudo! Lo recuerdo muy bien, palabras clave para romper en un llanto que se me subió por la espalda, alzándome los brazos, para darte un beso de ave pidiéndote perdón...

Solo te pido, no a modo de consejo, sino, de sugerencia, que por favor vivas conmigo y no con él, no con el tipo del pasado que acabo siendo carpintero, no por vocación sino por urgencia, para reparar lo vivido.

Déjame verte, para reparar contigo cada piel y cada herida.

Dame tiempo, que de carpintero a medico me falta muy poco

y espero curarte pronto.