Certidumbres y juicios -un escrito brutal- #filosofía de bolsillo

¿Si pudieras sugerirme una verdad, que me sugerirías? ¿una idea errada, inventada o mal lograda por el tiempo? ¿o me darías una verdad predecible, cómoda, astuta? A veces pienso que las "verdades" las encontramos en los infortunios, en los abusos, en el decoro de la curiosidad. Sin embargo, no toda verdad nos adelanta, ni siquiera, al proceso que fingíamos seguir entendiendo dicha verdad; dicho de otro modo, las verdades, por el simple hecho de serlas, erran en si mismas al estar investidas implicitamente de absolutos y características planas que encuadran los criterios en un solo margen.
Por eso mi curiosidad con la filosofía que busca mitificar su función en el interrogante de "Buscar la verdad" o "amar la sabiduría" ¿Pero es que acaso nos han pedido manuales tan desinteresados por la filosofía, que nos han dejado una definición tan nefasta? ¿Tan enciclopédica?

Mi tesis es simple, la filosofía, como una aproximación básica de su función (si es que la tiene) no esta buscando una verdad, es más, ni siquiera debería categorizar ciertas circunstancias en "verdaderas" o "ciertas" mucho menos cuando el origen de su "ciencia" es la interpretación, asumiendo así una postura muy flexible para cualquiera que quiera ser filósofo, porque cualquiera puede filosofar. Y esto no es bueno, y no lo digo con un aire discriminador ni mucho menos excluyente, es un ostracismo literario que planteo, por así decirlo, con todos esos autores que intentan plantear una verdad, sin siquiera plantear primero como perciben su realidad.

Es curioso, pero Borges preguntaba para que servía una caricia o un atardecer y la pregunta es tan significativa que no podemos responder rapidamente a una pregunta que a todas luces nos puede confundir, pero no por la pregunta en si misma, sino por nuestra limitada capacidad de concebir nuestro presente, nuestra realidad. Y es que nosotros somos, únicamente, lo que podemos ser a través de las circunstancias, no se pueden establecer verdades sin siquiera impulsar esfuerzos en reflexionar el presente.

Entonces ¿Qué es la filosofía? ¿Qué es un amanecer? ¿Quién es realmente? No quiero ahondar en cuestiones tan martirizantes y abstractas como las mencionadas, pero, a juicio del lector, las dejo a responsabilidad de su imaginación, quizá mas que una pregunta, sea una sugerencia.

Y es que se han idealizado a los poetas, a los escritores, a los filósofos. Se les ha hecho creer a los demás que todos ellos son portentosos instrumentos de verdad, a tal punto de convertirse en estatuas, "hombres de bronce". ¿Y para qué? Jamás he conocido la convicción de un iconoclasta, pero siento aberración por todos los símbolos que intenten anular al individuo, sacralizando a otro(s). Porque cuando hablo de individuo no hablo de hombres, el concepto ha muerto cuando poco a poco se nos ha hecho creer en la globalizada e inútil idea de que la unidad y la no pluralidad de las cosas es la salida mas proba para la reproducción del hombre, anulando así al individuo, extinguiendo la posibilidad de ser idéntico solo consigo mismo.

Se han sacralizado a estos famosos hombres de bronce, porque nosotros los humanos, hemos convertido sus sufrimientos en verdades, sus tormentos en ideas, sus simples testimonios en juicios. ¿Y por qué hicieron de Jesús un héroe? ¿Por qué Sísifo y Tántalo "sufren"? No ha existido error mas grande en el hombre, que idealizar a individuos tan mortales como ellos, que lo único que hicieron fue sujetar su voz a su verdad y anclarse a ella sin importar el desafío que depara exponer nuestra intimidad. No se porque un literato tendría que vanagloriarse por recibir elogios de sus libros, es como si le dijeran "gracias por manifestar tus tormentos, nos causan la suficiente gracia como para aplaudir tus incertidumbres" y es que esto no trae nada de nuevo, ni siquiera de nostálgico por lo mismo que lo anterior, es solo que me parece nocivo creer que hay hombres de bronce, cuando el explayado universo nos sugiere que la eternidad del barro es disconforme con quien, vanamente cree retarle. 

¿Qué acaso todos esos que buscan la verdad, no han visto el cielo? El mundo es redondo y los criterios también, el círculo representa la grandeza de la infinidad en un solo símbolo. Punto. 

La verdad se esconde en la sencillez de los fenómenos cotidianos; el ejemplo del círculo no obedece a ningún impulso estúpido que tuve para traer criterios fuera de contexto que solo pudiera confundirlos, No, la verdad, es un ejemplo sugestivo, subliminal, que invita a pensar en la infinidad desde la sencillez. He ahí mi supuesta "verdad" (para que entiendan la naturaleza de mi premisa, no por estricto sentido) la verdad ha de hallarse en las minucias, las pequeñas circunstancias, los momentos anónimos que resultan ineludibles en días de insondable nostalgia. La verdad jamás la tendrá un libro, ni vendrá en pastas adornadas con pomposas tipografías. La verdad la conozco cuando paso la yema de mis dedos, recién me levanto en la mañana, por todo mi antebrazo, permitiendo que un escalofrío me abracé y me sugiera que los milagros existen y que están debajo de mi propia piel. Cuerpo y fiesta son sinónimo.

La verdad, para una vanidad tan curiosa como la mía, se encuentra en una piedra que encontraba en el camino y arrastraba pateándola con los pies hasta llegar a mi casa, y sentir con curiosa nostalgia que me aferraba a la piedra, y que por alguna extraña razón no quería dejarla, en la deriva, sola... ¿Sola? ¿Una piedra realmente puede estar sola? No entremos en detalles filosóficos tan 'hondos' -si se me permite el sarcasmo-, el asunto no es ese, el asunto es que en cuestión de segundos sentí cariño por una piedra, que en el camino, me sugería patearla. Porque interpreto y vivo, muerdo el anzuelo de las proyecciones tan bastas que me ofrece la vida... podría resumir la misma en dicha circunstancia, reposando en la sencillez de una animada labor interpretativa.

La otra vez recordé cuando pise una hoja seca, y un perro que parecía profundamente dormido, se levanto advirtiendo un sueño ligero e impaciente. Eso es la vida. Una hoja y un perro; una piedra y unos dedos; una hoja y muchos dedos; una piedra jugando con un perro o unas hojas secas rompiendo dedos. Viceversa.

La verdad no esta en los escritores, ni en los artistas si quiera, (al no ser parecidos a su obra, reflejan impacientemente y sin darse cuenta, la paradoja del arte) la verdad como concepto no debería existir, para liberarnos de la angustia de reconocer algo que quizá no ha existido. La filosofía, como un amanecer, como una caricia, como una sonrisa, no son verdades científicas, ni pretenden encasillarse en lo susodicho, son simplemente asuntos, proyecciones de la vida que tienen solidez a través de los colores, la sensación, el momento. ¿No les parece muy tediosa la vida, para tomársela con tanta literalidad? Desconfíen de los manuales de instrucciones, de los moralismos, de las ideologías y las definiciones enciclopédicas. 

La verdad no es el libro, es el olor del libro. Un libro podría explicarnos perfectamente la sensación idílica de abrir un libro viejo y satisfacer nuestros deseos olfativos de sentir el indefectible olor a papel aruñado por los días, pero esta verdad, aunque intente agotarse por medio del lenguaje, jamás madurará lo suficiente como el olor mismo penetrando por nuestra sorpresa, dejando de lado los asuntos matutinos, cerrando los ojos, entregados al libro en ese diminuto momento, como si saltáramos con vértigo a los abismos insondables que su olor sugiere.

No conozco la verdad, ni me interesa, y según yo (eso creo) no existe; porque detesto la absurda idea de unidad, de encasillar los criterios en la nulidad que implica creer en un solo absoluto.

Las verdades han de ser sencillas, diminutas y suficientes para que, agotadas en si mismas por su propia naturaleza (llamadas a extinguirse por la necesidad de la novedad de las personas, asunto que los lleva a descartar todo tipo de certeza), podamos sustituirlas sin problema alguno, sin depender sentimentalmente de ellas, discriminando así las circunstancias contaminadas de suspenso psicológíco que solo abordan nuestras preocupaciones a través del temor, y no a través del cariño que disipa una caricia; algo así como aliviarnos del absurdo, a través del placer.

Los exhorto a creer en la realidad que su experiencia sensible ha podido razonar, por lo demás, los invito a brindar por la inmensidad, porque solo somos un salto en el viento; millones de partículas chocando indefectiblemente en acontecimientos que no dependen, en muchos casos, de nosotros.

Y si quieren saber de la vida, respirar ya es dar muchas vueltas sobre el mismo asunto...

Comentarios

Entradas populares