Siempre
Debe haber una explicación de lo inmortal, a la cuál todavía soy ajeno, pero de seguro es parecido a la poesía; porque una intensidad, un movimiento de luz como es la poesía, debe trascender a otra dimensión que no entendemos, que no divisamos, pero que esta ahí del todo.
Su esencia no se reduce a la simpleza de su gesto físico, pues cuándo un poema es leído reencarna en quien lo lee, como si su mente fuera un jardín y el poema fuera la semilla que germina, poco a poco, floreciendo en la consciencia en forma de intensidad, de vibración, de frecuencia.
En ese punto donde la poesía hace parte de nosotros, como semilla, como frecuencia, como olor a lluvia, no necesitamos otra razón para entender su inmortalidad, pues dejar entrar todo ese universo dentro de nosotros es hacer parte de él, y creo que hay razón de sobra como para creer que la luna y los ojos, que la boca y un agujero negro, que un orgasmo y la muerte de una estrella... vienen siendo lo mismo.
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