Múltiplos de uno

El deseo incontrolable de lo divino es en esencia la búsqueda del ser humano. No puede haber otra cosa en el fondo que la búsqueda de esa conexión con nosotros mismos, con el universo entero, con las pretensiones ancoradas: alma, alma pura.
Ser descabellado no significa nada ni siquiera para quien cree que lo es. La autenticidad no es tampoco exclusiva ni limitado a unos pocos. parece ser entonces mas sencillo, la ecuación de la vida parece entonces mas simple y se muestra a sí misma como siempre tuvo que mostrarse.
La ansiedad de escribir se expresa a su vez como la ansiedad de universo, porque es importante llover constelaciones en el momento mismo que se piensa. Es importante conocer el universo de dentro, de fuera, onírico, acordeones en formas de giros subrepticios que tienen todo el sentido del mundo.
Es que se volteen los ojos y mires hacía dentro, unas cuerdas que se mueven, que fluyen, que se parecen a tu alma y todo vibra, todo entonces existe y ese momento para sí ha sido eterno, se ha curvado, inmóvil, divino.
Se ha hecho del fractal un movimiento limitado y se ha contemplado su esencia misma con la fascinación que esperamos como humanos. Es la experiencia religiosa que se traduce al gozo y el gozo que se vuelve risa, risa de amor, risa de todo lo que existe y penetra la piel, a través del viento.
No nos damos cuenta lo vivos que estamos, no tenemos ni idea del fuego que somos. Creadores, seres vivientes, que han interpretado la vida a partir del instante; bienaventurados quienes lo piensen, lo asuman, lo hagan consecuente.
Que sea una locura viva o una pragmática no importa, desde que se sienta, se multiplique, se reafirme día tras día con significancia y benevolencia.
Remar con fuerza e ímpetu, empujar la voluntad a través del ejercicio de adelantarse al momento, a la estéril quietud que nos significa pavor y tristeza.
De ser por nosotros mismos, ni nos movemos! he ahí una piedra, podríamos decir todos si tuviésemos la voluntad de sanar las heridas de la humanidad, sobre nosotros mismos, y solo tener el deber de respirar.
Que vanamente se cree que podemos ser ingenuos a lo que acontece, a la volatilidad, al movimiento. No es un conocimiento antiguo, no es un conocimiento del futuro, no es un conocimiento propiamente dicho. Es el conocimiento en sí mismo.
El aspecto extemporáneo que presenta nos hace dilucidar de él de una forma equivocada, pues la forma como entendemos el tiempo de ninguna manera es la forma como entendemos la eternidad, pues las dos son ajenas.
Existe en todo momento y en todo lugar, no ha existido pues ya existió y no ha de nacer pues no nacerá. Es como la telaraña que hastiada de su infinidad se cobija de rocío para hacerse mas hermosa. Entre ellas hay un reflejo del infinito.
¿Hacía donde va? ¿Hacía donde va el infinito? ¿Donde ha de parar? Es que la imagen de como las gotas se reflejan a sí mismas es tan hermosa que conmueve al punto de la desesperación, al punto del quiebre, del llanto, porque no es posible entender un fenómeno tan hermoso, tan constante, tan cotidiano.
Si todos los días preguntáramos a donde va el infinito, sabríamos a donde hemos de parar. Porque eso somos, no hay un limite respecto de lo que significamos a nivel de universo. el punto consciente se hace mas consciente y olvida por completo los sentidos físicos, que enriqueciendo su interpretación le aprehendieron. Se auxilian, se besan, se aman porque es inevitable que el cuerpo y el espíritu confuso choquen y generen entre ellos eso que tanto racionalizamos.
Nos desprendemos de esto que somos y se concibe el universo; es un parpadeo minúsculo, una muerte hermosa, un momento de gloria... para siempre. 
Estamos completamente constelados; los fugaces, somos nosotros. 

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