III
¿Y el que muere, como prueba que ha vivido? ¿Y el que vive, como prueba que ha muerto?
¿Se puede ser inmortal por solo un segundo? ¿Puedo vivir la brevedad a partir del infinito?
Sí, siempre.
Tanto tiempo, tantas personas, tan equivocados... ingenuamente pensamos que el reloj siempre marcaba las 12, cuando en realidad ni siquiera había empezado su marcha...
¿Cuándo abrirá sus ojos a su propia apariencia?
¿Cuándo será el despertar?
¡No me importa! Muchos ojos no son muchas interpretaciones, muchas bocas no son muchas premisas.
¡He ahí la belleza, el idilio, el comienzo del Uroboros!
Cuando la serpiente engulle su cola con su su propia boca, ha empezado su suplicio y a la vez su fortuna, su caos y a la vez su milagro, pues vive muriendo, avanza intempestiva sobre su propio cuerpo, se ahoga sobre su propia sed y jamás se ha sentido tan saciada de su propia fragancia, siendo incluso, su propio cuerpo.
¿Qué hacer? Tengo un gusto recalcitrante por reencarnar en cada cosa que quiero; el beso, el gesto, la caricia. Renacer en forma de mano o exclamación, en forma de humano o de sol, en forma de lluvia o de roca, de gota o de sed. Incendiemos el SER con nuestra respiración, alimentemos las fantasías más insondables e inhóspitas y hagamos de nuestro cuerpo la fuerza creadora, que construye cielos con los dedos. Constelados todos, ahora.
Solo quiero vivir la gravedad, la caída eterna y enamorarme de las fantasías textuales que sugiere la utopía.
¿Es mucha tontería, morir, solo un poco en poesía?
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