Sinfoesía

Existe la leve posibilidad
que detrás de la armonía
exista en su elevada expresión
la epifanía:
la necesidad de dejar de ser melodía.

Piano
mucho piano;
mucho huida.

¿Qué tan armoniosa ha de ser una melodía?
¿Qué tan perfecta ha de ser su simetría?
¿Qué tan leal es a su propia forma
para no darse el lujo
solo
por un momento
de ser disonante?

¿Por qué no,
por un solo momento,
cerrar los ojos y regresar?
Volver a ese lugar
de donde provenimos
pues somos melodía
y debemos Ser
llover;
sentir;
gestar melodía...

¿Cómo no?
¿Cómo no intentar ser vibración?
¿Por qué no intentar disolverse y ser música?
¿Quién me impide ser una nota musical?
¿Quién me impide volverme piano?
¿Ser un silbido?
¿Ser el violonchelo que conmueve?

Escuchamos la música,
admiramos la música,
más, olvidamos que somos música.

Somos piano,
somos piel también.
Somos violín
somos saxo también.
Somos frecuencia, alucinación visual que,
ha olvidado su sinfonía
su sintonía
su analogía...

¡Regresemos,
con fuerza,
con ímpetu!
Incendiemos el lugar con todas estas letras dentro de nosotros
¡¡¡Seamos ceniza y vida y lluvia y hielo y todo lo que nos rodea!!!
¿Por qué no?
¿Quién tendrá la valentía,
quién será el inocuo
que no me permitirá llenar
mis propios vacíos?

Es solo entender
que el piano no esta en el oído,
está en el corazón.

Que el papel,
y que la madera del tambor
son pedazos de alma
alma incontenible
alma que vibra
alma que se entrega.

Quisiera que este poema
se volviera
un pedazo de sinfonía
empero
ante dicha imposibilidad
ante dicha agonía
solo tengo esto:
poesía.

La epifanía de la palabra
la soberbia y la soberanía
la caricia que se gesta
la caricia que adolece melodía.

No importa
no importa
no importa ya...
Si cada vez que escribo siento un palpitar,
como una musa
como una música
que también aspira
volverse analogía.


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