Morir tiene su truco.
Estoy muriendo
por dentro, por fuera, por todos lados.
Es lo único que se.
Me estoy muriendo
como solo puede morir lo que interpreta
lo que evoluciona, lo que acontece.
Me estoy muriendo, con cada uno de mis espacios
mis pecados, mis arrepentimientos, mis hazañas.
Me estoy muriendo como solo un volcán puede morir
ahogándose sobre su propia "grandeza",
sobre su propio acierto.
Muero sobre fuego y ceniza,
sobre la erupción de mi suplicio.
Estoy muriendo pero no porque me duela
ni porque exista
ni por gozar de mortalidad.
Me estoy muriendo porque si, y punto.
Porque todo lo que canta y lo que gime cesa
porque el mundo es esto,
porque no han descubierto el mundo,
porque estamos llamados a extinguirnos.
Porque no concibo la eternidad sino a través del final.
Muero como solo mueren los relámpagos y las luciérnagas,
desvanecido en el cielo,
cuál estela pomposa y abyecta, sin gesto alguno.
Muero como también muere mi armonía,
mi caos, mi suntuosa vanidad.
Pero muero con benevolencia, con honor
asumiendo los designios del destino.
Me muero por todo, menos por mi culpa
me muero sin voluntad, sin azar, sin presente alguno.
De ser así la muerte, tan predecible y astuta
pues la prefiero y la elijo,
como la innata prudencia de la infinidad.
Pero, si agotado de la muerte abandono su realidad
y me permito a mi mismo otra eternidad...
¿Será posible vivirme?
por dentro, por fuera, por todos lados.
Es lo único que se.
Me estoy muriendo
como solo puede morir lo que interpreta
lo que evoluciona, lo que acontece.
Me estoy muriendo, con cada uno de mis espacios
mis pecados, mis arrepentimientos, mis hazañas.
Me estoy muriendo como solo un volcán puede morir
ahogándose sobre su propia "grandeza",
sobre su propio acierto.
Muero sobre fuego y ceniza,
sobre la erupción de mi suplicio.
Estoy muriendo pero no porque me duela
ni porque exista
ni por gozar de mortalidad.
Me estoy muriendo porque si, y punto.
Porque todo lo que canta y lo que gime cesa
porque el mundo es esto,
porque no han descubierto el mundo,
porque estamos llamados a extinguirnos.
Porque no concibo la eternidad sino a través del final.
Muero como solo mueren los relámpagos y las luciérnagas,
desvanecido en el cielo,
cuál estela pomposa y abyecta, sin gesto alguno.
Muero como también muere mi armonía,
mi caos, mi suntuosa vanidad.
Pero muero con benevolencia, con honor
asumiendo los designios del destino.
Me muero por todo, menos por mi culpa
me muero sin voluntad, sin azar, sin presente alguno.
De ser así la muerte, tan predecible y astuta
pues la prefiero y la elijo,
como la innata prudencia de la infinidad.
Pero, si agotado de la muerte abandono su realidad
y me permito a mi mismo otra eternidad...
¿Será posible vivirme?
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