Guía para no llorar
Creer o no creer, es cuestión de humanidad. Creer en uno mismo, es cuestión de literalidad. Creer en el mundo exterior es torpeza, ineludible, pero torpeza. Si usted tiene el hábito de confiarse de las imágenes, de los ruidos ensordecedores, de la piel, de los labios y todo lo que toca, haga usted lo siguiente:
Cierre los ojos lo suficientemente duro, lo suficientemente intenso, como para saber que no cerró sus ojos, sino, el universo se ha cerrado a usted. Ahora, por un segundo, piense en todo, en nada, en usted afuera viéndose pensar y en usted adentro pensando que está afuera observándose. Viceversa. Si lo anterior le resulta confuso, piense entonces la posibilidad de un momento infinito, temporal, sin usted, apartado en la finitud de su cuerpo. Sea mortal, sea consciente de su finitud.
Si nada de esto le resulta, abra los ojos, lentamente... abra el universo a usted y recuerde, por un momento, que todos sus intentos, sus ojos cerrados, su manifiesto consiente, su noción de finidad, lo melancólico o no que se sintió, solo fue la expresión de la memoria, de la amnesia, porque nada de lo que le acabo de contar es cierto, ni este final, ni el universo. Es más, acabo de empezar y nadie puede decir lo contrario.
Pero no me creas nada, ni a mí ni a este escrito. Somos solo ficción, puntos suspensivos esperando a quitarse la venda.
Ahora sí, abre los ojos...
Cierre los ojos lo suficientemente duro, lo suficientemente intenso, como para saber que no cerró sus ojos, sino, el universo se ha cerrado a usted. Ahora, por un segundo, piense en todo, en nada, en usted afuera viéndose pensar y en usted adentro pensando que está afuera observándose. Viceversa. Si lo anterior le resulta confuso, piense entonces la posibilidad de un momento infinito, temporal, sin usted, apartado en la finitud de su cuerpo. Sea mortal, sea consciente de su finitud.
Si nada de esto le resulta, abra los ojos, lentamente... abra el universo a usted y recuerde, por un momento, que todos sus intentos, sus ojos cerrados, su manifiesto consiente, su noción de finidad, lo melancólico o no que se sintió, solo fue la expresión de la memoria, de la amnesia, porque nada de lo que le acabo de contar es cierto, ni este final, ni el universo. Es más, acabo de empezar y nadie puede decir lo contrario.
Pero no me creas nada, ni a mí ni a este escrito. Somos solo ficción, puntos suspensivos esperando a quitarse la venda.
Ahora sí, abre los ojos...
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