Perfil psicográfico de un loco.
¡Que la música llene
todo el recinto!
Que se sienta el
piano en cada esquina, sin excepción alguna, que los bombos redoblen en los
sonidos que jamás salieron de su propio nido. Que salga el sonido del armario,
de los cajones, de todo lo que me rodea. Que esta música me bendiga con su
mejor energía, para entregar mis inquietudes al diagrama y entregar mi
escritura con honestidad a la demencia psicótica que siento. Es que me da risa.
Me da risa porque me da risa lo que me gusta y lo que me encanta. La música me
genera una vibración imperceptible en mis pulmones. La música. La conexión orgásmica
por antonomasia entre las hormonas y la boca. La intención y la locura. La
verdad y el anonimato. El universo y yo. Las profecías y yo. Yo.
Tiembla, todo
tiembla. Cuando alteramos nuestra percepción del universo todo cambia y se
transforma. Las paredes, no son paredes y yo no soy yo. Ahora ellas me dicen
que hacer, en que momento y cuando no. Lo sé, las siento, empieza a tener
sentido. Cuando alteramos nuestra proyección objetiva de la realidad que
creemos ver, se abre ante nosotros una nueva gravedad, que nos transporta a un
universo muy disiente al nuestro, pero que con decoro y juventud ha manifestado
sus pasiones más íntimas para compartirla en entusiasmo y jubilo con uvas,
mariscos y senos. Compartirlo con Dionisio y Apolo, bajo el equilibrio
profesado de la erudita realidad.
Aquí estoy yo de
nuevo, de rodillas entregado a la escritura, para transportarme con ella a el
lugar inhóspito que reside en mí y me genera tanto miedo: el tiempo. El
espíritu del tiempo que me mira con grandeza y se acerca a mi oído para
despertarme de los sueños infantiles, los deseos juveniles, los amores
adolescentes y la vida adulta. Todo desaparece con esa realidad y por un
segundo nos amontonamos sobre el tiempo, como si no nos importará, y entonces
todo cobra un sentido tan importante que cada objeto es un acontecimiento en si
mismo, como si cada cosa representará una realidad diferente, original y bella.
Es hermoso
encontrarse en ese momento donde cada cosa que vemos es hermosa, perceptible a
nuestros ojos y que nos ahuyenta del abismo. Miramos todo con curiosidad, como
si fuéramos ajenos a ellas, a las cosas, como si por primera vez el hombre
dejará de dominar y pasará a ser dominado, pero no por morales o seniles sentimientos
de justicia, no, simplemente como objetos, como seres inmanentes que solo se
presentan ante nosotros para mostrarnos que hay una realidad más allá de la
nuestra: que la naturaleza, exista el hombre o no, interpretado o no, escrita o
pintada o manipulada o no, jamás va necesitar del hombre para su subsistencia
y, cuando sabemos eso, empezamos a ser más respetuosos con otras realidades,
para conservar la nuestra y de esta manera conservar el idilio entre la
creatividad y la locura, porque, no lo niego, ser espontaneo y justo nos lleva
a límites de la conciencia que muchos otros no conocen, y empezamos a plantear
la realidad diferente, porque sabemos que está totalmente reconfigurada para
personas intransigentes que no exploran su potencial humano para encontrar
artesanalmente su verdad.
Les digo esto:
estamos muriendo, muriendo de moral y de espíritu, porque poco a poco se la
estamos dejando a los objetos, a los escritos y todo aquello que está grabado
en la tierra con tinta inmutable.
Nos respaldamos casi
siempre en lo que está escrito, lo vemos más legítimo, más formal y por ende
creemos a nosotros mismos que eso nos representa... esto es ser malos
historiadores, porque es defender una causa en un momento dado, sin pensar que
en otra circunstancia futura, atacaríamos dicha causa. Todo aquello debe ser
quemado, porque son interpretaciones del pasado que seguirán atormentando un
presente que con ineludibles ganas de evolucionar, busca obstaculizar su
evolución, porque no se permite a si mismo, en su esencia, ser transformado.
Las reflexiones más grandes del hombre han nacido por el cambio y no por
anquilosadas pretensiones. Basta de epitafios y templos. Gobiernos y
sociedades. Verdades perogrulladas.
Estoy llevado por la
música y por lo que fue ocurriendo en el momento. Es una exploración neuronal
en el cerebro que me lleva a lugares que jamás había explorado en mi mente y
siento que sacudo toda mi realidad y pueda transformarla bajo la lupa de lo que
a mí se me dé la gana. Escuchen, ¡Se está acercando un tipo que nos habla de la
música, los bombos, el respeto en todo momento y su experiencia religiosa con
la vida! Es un sentimiento interesante, que se logra compartir con la música.
Eso mismo intento yo con la escritura, que los lectores juiciosos me entiendan.
Mas juicios, más tranquilidad e inspiración innovadora en el espíritu de todos
los hombres, eso es lo que pido, que canten con júbilo a las nubes y estén
embelesados en su propia sustancia y se sientan intoxicados de inspiración y
necesiten liberarla con fuerza, empezando a reír como solo ríen los dioses.
Carcajadas. El hombre se reconcilia con sus prójimos cuando siente en su pecho
una naturaleza que hace reconsiderar su existencia, dándole a todo momento un
lugar divino.
Si está lloviendo,
creamos, si hace sol, creamos, si están llorando, creamos, si están viviendo,
creamos, si nos morimos, creamos. Inventamos en todo tiempo una literatura que
nos llena de confianza para liberar nuestros miedos de la curiosidad, para
empezar a llenar de leña el hogar de fuego que se encuentra en la mitad de
nuestro cuerpo. Este hogar de fuego es un equilibrio erudito que nos explica
que debemos ver la realidad a través de su propia sexualidad, su placer y sus
libertades. Soy el hombre que se atrapa en la creatividad para liberar con
fuerza su fuego, como si fuera un mago que busca encantar a los inauditos
lectores de esta pieza musical, tan idéntica a todo lo que me gusta.
Mira, lo que sucede
es que tenemos la necesidad de encontrarnos con algo, con algún signo de
exclamación en nuestra vida que le dé un significado. Hay quienes confían eso a
otros hombres y buscan desesperadamente en otra persona su vitalidad. No me
extraña, es apenas normal que el humano busque otro humano para generar
estabilidad en su vida. Frustrados; aburridos. No se han conocido jamás porque
siempre han construido su vida en los ojos de los demás, no se permiten a si
mismo una conciencia fija. Cuerdos, todos cuerdos.
Hoja, continuemos
otro día, ¿sí? ¡lo suplico! los insuperables dolores emocionales y la fatiga
emocional que me genera el tema, me impide seguir con una construcción lo más
objetiva posible. Entre más escribo, más dejo liberar una pequeño posición casi
que política sobre mí mismo, porque busca objetivamente la independencia de mi
ser por el resto, para empezar a reconstruir unos valores y una moral que me
sirvan de base para construir mi mundo. Eso, bajo el fuego vago de mi lampara
me hace más senil, más demente, más loco. Porque me hace diferente. A ojos de
los demás voy entretejiendo ideas que suenan como el eco de los murciélagos,
las muertes migratorias, los instrumentos musicales. Todo eso que los asusta.
La locura, me lleva a
replantear la moral que todo hombre a construido a través de su existencia,
que, analizada de cerca a todas luces es absurda e injustificada. Son tantos
los que viven así que se ha vuelto una verdad colectiva, un conocimiento social
que todos comparten porque todos están bajo la misma conciencia. Asco.
Indudablemente me
tendré que alejar un poco del hombre, me parece necesario porque su existencia
es demasiado entrometedora y poco a poco me atormentan sus cuestiones, sus
ganas de saber todo de la otra persona y la desnutrida idea de creer que hablar
de los demás debe ocupar nuestro tiempo. El hombre poco a poco me parece
innecesario, se ha vuelto banal, trivial, ordinario. Comparten las mismas
pasiones, los mismos miedos y la misma moral. Son esclavos de lo mismo, no son
libres de nada. Son TANTOS, que con mayúscula subrayo que su existencia intermitente
nos está llevando al silencio evolutivo de la raza humana. Su evolución no sabe
que la fiesta que en realidad necesita nuestro cuerpo son los placeres y la
psicótica idea de buscar la juventud en cada hoguera y cada gemido que se
presente ante nosotros. ¡Que suenen los violines y Tchaikovsky! ¡Que regrese
Dionisio! Que bailemos bajo las flautas de las hojas secas que pisamos cuando
caminos por el bosque desaliñado de la vida, pero que con gloriosa creatividad
transformamos para entenderla mejor y vivir de una manera más exitosa. Triste y
hermoso esto que decimos, señores. Lo segundo es triste porque me parece
fascinante una existencia así. Lo primero, porque es imposible. Esta sociedad
distópica no lo permitiría.
Me alejo con mi
verdad y mi angustia, con la imagen del hombre desagradable y autómata que ya
no cree nada más que en su desagradable colectividad, sus periódicos y su
televisor. Me alejo de su control remoto, de su sofá. Me alejo de su suicidio
filosófico. Exploraré más mi locura y mi soledad para entender más las macetas
de la creatividad, los frutos y las orquídeas del conocimiento que se
encuentran en la locura, esa que ustedes evaden con vértigo y que siempre los
esclavizara a ser un inútil eco. Banales. No serán más que un recuerdo de álbum
familiar que se desvanece en los acarreos.
Me alejo de la
cordura y me arrastro al lenguaje para comunicarles lo que la locura me ha
dicho, lo que me ha dicho. No más cuerdos ni cuerdas. No más ataduras.
Me voy, a
experimentar mi propia libertad.
Todo me lo ha dicho
las paredes
¿Cómo no escucharlas?
¡si es algo musical! ¿cómo no escucharlas? ¡si es algo divino!
Si... la música llenó
todo el recinto
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