Fue cielo

La lluvia como fenómeno constante nos exhorta a pensar sobre la existencia ¿Será posible renacer en una gota? ¿Cuál sería nuestro propósito?

El tiempo tiene su rumbo y se corrige; tan inevitable ha sido vivir, que se lo suficiente como para saber que no soy una gota ¿Y si lo fuera? Que humilde y sublime puede ser, el pensar que una gota es una gota y punto. Hay quienes solo viven porque no saben nada de como respirarse, en cambio, la gota nace para arrojarse a su destino, salta de las nubes para besar vastamente su existencia. Abraza su fin en cada segundo que pasa, lo inhala, lo sucumbe. Respira nostálgica su último exilio, cuando es apenas el principio.

Sobre la ventana, sobre una boca abierta, sobre un jardín o un pedazo inútil de cemento, la gota solo esperar rebasarse, sobreponerse, reventarse con lujo de detalles sobre sí, hacerse pedazos con su función, con su rebasada eudemonología; su proba y erudita forma de resbalar sobre una ventana la hace una heroína, un ente que solo tiene como voluntad caer estrepitosamente sobre las dimensiones para insinuar una carrera, un trazo, una forma que se extingue en un mundo de apariencias vanidosas que solo buscan perpetuarse.

Así caigan sobre el borde de una corniza o apaguen un incendio, la inutilidad de la gota se sumerge sobre su propio milagro, dejando entrever sus mas palpables intenciones:
Nacer para llover, llover hasta el final, llover hasta los huesos...

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