Mis manos, mis tarántulas

Estas manos así, salvajes, inhumanas y que ahora mismo parecen tener colmillos y millones de ojos, son cazadoras. Atrapan, engullen, acarician, silencian. Adoptan forma de tiro, enjuician, exclaman. Yo no tengo la culpa, mire, analice, como se mueven, sus falanges, su delicada destreza. Pianistas, escultores, asesinos. Toda la humanidad a pasado por la historia de las manos. Sin las manos las fotos no serían lo mismo, ni la letra, ni la capacidad de agarrar, ni Bethoven, ni Tchaikosky, ni Wagner. Ni la Iliada, ni los barcos... nada, sin estas arañas tan salvajes, que construyen, que acarician historias, que aruñan cerebros.

Tenemos una araña dentro de nosotros, curiosa, paciente, que expresa toda su inmortalidad de forma cotidiana, de forma divinamente aburrida, para no darnos cuenta de que no seríamos nada sin la expresión de esa araña, que ha tejido y seguirá tejiendo siempre por medio de sus manos, mis manos, las suyas, las que hicieron este escrito, las que lo hacen verse así, gigante y creador al tener manos; manos en los ojos, manos en la idea, manos para lo inútil, para atarse los zapatos o ajustarse la corbata; manos para inventar, amenazar, fingir, disimular, manos para lo eterno. Manos para todo, para los extremos de lo importante, para la fiesta de la insignificancia. 

Manos y arañas, primitivos todos, ahora; siempre pequeños, siempre tejiendo, siempre arácnidos.

Comentarios

Entradas populares